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Tais y la
leyenda del farol nórdico
Un fallo en el motor
La
noche se alzó victoriosa como una plaga de langostas sobre un inmenso océano de
trigo. El motor del coche rugió por cuarta vez sin éxito alguno pero dando a
entender que cabía la esperanza de éste.
Maribel,
algo nerviosa, encendió el sexto cigarrillo mientras Abel sequía ensimismado
afanándose por llevar a buen fin el carraspeo de su desvencijada furgoneta.
En
la profundidad de la oscuridad, a unos metros de distancia una garra se aferra
a un farol nórdico que ilumina el rostro desencajado de su portador que camina
asiendo con la mano derecha un bate de béisbol, y con la zarpa izquierda la luminaria
a modo de luciérnaga que va creando destellos en las oscuridades del bosque.
-¡Abel,
tengo frío, no podemos quedarnos aquí toda la noche, haz algo, inútil!- le
reprocha Maribel a su amante, mientras él con las manos manchadas de grasa
intenta por enésima vez poner el motor en marcha fracasando en el nuevo
intento.
-No
te preocupes que todo va ir bien- le responde intentando tranquilizarla.
El
silencio de la noche secuestra todos los espacios, el tiempo parece haber
desaparecido deteniendo todo cuanto habita en rededor. La zarpa ase el farol y
mide sus pasos casi a tientas como un ciego se maneja entre una muchedumbre sin
tropezar con nadie. Un soplo de una boca feroz y deseosa de sangre apaga la
luminaria que lucía trémula dentro del farol nórdico y el bosque queda en la
más absoluta oscuridad.
-Abel,
te lo ruego, haz algo, vayámonos de aquí- vuelve a repetir por vigésima vez
Maribel que se ha fumado casi todo el paquete de cigarrillos.
-Ya
está casi, cariño, esta vez seguro que se pone en marcha- resopla Abel que
parece haber sufrido una mutación y de blanco se ha convertido en negro. Entra
en la furgoneta y vuelve a intentarlo nuevamente y esta vez con éxito. Maribel
sube rápidamente, pero para cuando va a cerrar la puerta una zarpa se interpone
impidiendo que la puerta quede cerrada. Un grito quiebra las sombras. Es el
grito que Maribel acaba de enviar al mundo cuando contempla el rostro del
portador del farol nórdico, a la vez que éste golpea, alzando el bate, sobre el
rostro inmaculado de Maribel. Abel, indeciso ante lo inesperado, intenta salir
de allí poniendo la primera marcha, y en ese momento el motor envía su estertor
a la noche y queda en el más absoluto silencio. Un búho ulula en su atalaya,
los lobos aúllan en la colina, una raposa se desliza lenta y sigilosamente en
el interior del gallinero donde una docena de polluelos se cobija bajo el ala
de una bella durmiente conocida en el corral como Blancanieves.
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