Hasta ahora en este blog solo publicaba un poema los viernes. Pero he decido publicar un relato los lunes y los miércoles. Así que a partir de hoy tendréis un relato el lunes y otro el miércoles, y el viernes seguirá siendo para la poesía. Gracias por leerme.
Salvador Moreno Valencia
Escritor.
Os invito a leer el primer relato.
Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna
Salvador Moreno Valencia
Escritor.
Os invito a leer el primer relato.
Diana
corrió al bosque, y arrojó de él a Hélice, que había gustado el veneno de
Venus.
La
Divina Comedia
Dante
1
Tais y la
leyenda del farol nórdico
El centinela marchaba con
paso marcial. Se detuvo
al oír un sonido que se salía de lo acostumbrado para él. Olisqueó el aire y un
tufo como de animal se apoderó de su nariz. Cargó el arma y sigiloso se acercó
a la alambrada que lo separaba del bosque.
En
la cocina moldea la harina Magdalena con el tesón que le es peculiar de su
carácter y mientras amasa canturrea una canción que aprendió en la escuela: ‘tiene mi niña los ojos verdes, ¡ay tan
verdes como esmeraldas!, ¡verdes, verdes…!’
De
la oscuridad del bosque saltan hacia la alambrada dos luminosos ojos; son los
de un venado que acostumbra a acercarse todas las noches para que el centinela
le de su ración de azúcar en forma de caramelo. Feliz el animal se deja
acariciar por el centinela que se encuentra seguro tras la valla, nunca se
atrevería a pasar al otro lado, aunque vaya con el arma y todo; no, tiene un
miedo atroz a la espesura y negrura del bosque que parece que lo va a devorar
si cruza la empalizada.
Magdalena
ya tiene preparada la masa y metida en el horno para hornear el sabroso pan de
nueces que tan sólo ella sabe hacer dándole el punto que nadie más sabe darle.
Cuando ya ha dispuesto el horno: temperatura y tiempo, se queda mirando por la
ventana, la oscuridad es tan intensa como la fogosidad de esos jóvenes a los
que la testosterona los trae por la calle de la amargura; y en el fondo de toda
esa negrura el bosque parece alzarse insolente con una prepotencia que desquicia
a los que viven en sus orillas.
El
venado, una vez satisfecho, vuelve al lugar que le corresponde para seguir en
su paseo nocturno hasta llegar al amanecer al lago, lugar donde templará su
cornamenta y afilará sus puntas para las peleas en la berrea. El centinela
piensa en Magdalena y en la última vez que se vieron, ya hace unos meses,
tantos como los que él lleva en el dichoso trabajo de guarda nocturno de una
central térmica o algo parecido, pero que de momento no se encuentra en activo.
Pasillos y pasillos solitarios y húmedos, patios enormes donde se asoman
enormes tanques de no sabe qué. Él no hace preguntas, se limita a cumplir con
su obligación, no están los tiempos para andar por ahí preguntando a quien le
paga qué o para qué o cómo o quiénes… no es asunto suyo; él llega a las doce de
la noche y se marcha a las doce de la mañana, así un día tras otro, sin
descanso, pero no están los tiempos para…
La
alarma del horno ha comenzado a sonar y Magdalena deja su otra tarea, la
costura, y entra en la cocina para retirar del horno el pan que ya está en su
punto. Al abrir la puerta del horno el olor a pan recién hecho invade toda la
estancia y su nariz festeja ese dulce aroma de nueces. Tras la ventana, en la
oscuridad del bosque una luz aparece y desaparece como haciendo señales. Una
garra ase la lámpara nórdica de la que procede la luz intermitente, la mano
libre ase un palo de madera, y entre destello y destello un rostro descarnado
es iluminado con la misma intermitencia con la que iluminan los faros en las
costas…
Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna