Ante todo (no será la excusa que tengo para meter mi nariz
achatada y pequeña en lo que no me llaman), he de presentarme si quiero que se
me reconozca como el narrador de ésta peculiar historia que tuve la suerte, en
parte, de conocer y vivir en propia carne, nunca mejor dicho hasta que ésta, la
carne, fue a parar al lugar al que todas la carnes de este mundo (matadero)
irán a parar más tarde o temprano.
Podría
encabezar cada página con una alusión a algún paisaje como por ejemplo:
En la calle, a
lo lejos, cruza un perro, por su apariencia dubitativa podemos afirmar que es
un perro callejero; un vagabundo se acerca a la puerta de la iglesia, la única
que hay en el pueblo, los feligreses se dirigen a su encuentro con dios. Las
calles quedan desiertas. El coche de la patrulla de policía se dirige, también,
a la iglesia. De él bajan dos agentes, uno joven o al menos más joven que el
otro que sin ser un anciano ya se averiguan en sus rasgos los efectos del paso
del tiempo. Cae la tarde y el sol deja su rastro anaranjado sobre los
alfeizares de las ventanas de las casas que se asoman, unas frente a las otras,
a la única calle que atraviesa el pueblo.
Esto quedaría
posiblemente muy lírico pero yo no soy del todo partidario de estas
estrafalarias formas. Así que voy a ir al grano, como ya he dicho varias líneas
antes. Vayamos al concreto pues: mi nombre (aunque no sea trascendente en otras
circunstancias, lo es en ésta desde el momento en que pasa a ser una parte
activa de la misma; la relevancia de mi nombre y apellidos está marcada desde
el preciso momento en que pertenezco a la historia que a continuación van ustedes,
lectores, si tienen paciencia con mis divagaciones, a leer), es Leopoldo Alas
Clarín, he de aclarar que no tengo alas ni toco clarín alguno, y, que yo sepa,
no tengo parentesco alguno con aquel escritor español, del que no he leído ni
una letra y del que tampoco tengo la certeza de que exista; a lo mejor este
nombre es sólo el seudónimo que utilizaba algún escritor o escritora; si antes
de acabar el relato lo averiguo prometo decirlo para conocimiento de los
lectores, que espero, sepan quién utilizaba ese peculiar nombre, perdonen mi
ignorancia.
Hecha la
presentación paso a lo que me ha traído a estas páginas. Tengo que decir que
voy hacer el intento de narrar lo más fidedignamente los hechos acontecidos
hasta el momento en que este relato pase el relevo a otra manos, quizá más
dignas de escribir esta historia descabellada.
Era tarde
avanzada y la gente del pueblo salió de la iglesia y como cada día se dirigió
al lugar correspondiente; las mujeres a sus respectivos hogares, los hombres a
la tienda cantina que había en aquella pequeña aldea de menos de doscientas
personas. El sol hizo su último guiño y dejó paso a la media oscuridad del
ocaso.
Continuará próximo capítulo el lunes día 16 de abril de 2012
Así en el cielo novela de Salvador Moreno
Valencia: http://www.alvaeno.com/asienelcielo.htm