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Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna
Tais y la leyenda del
farol nórdico
Tarde de lluvia. Llovía
a mares desde las ocho de la mañana si es que alguna vez los mares llueven.
Tais se había despertado varias veces en la noche, había tenido un sueño
inquieto: soñó con leones que querían comérsela. Sobre todo un enorme león de
melena negra y greñuda del que escapó como siempre se escapa de los peligros en
los sueños, despertando. Y allí estaba la luz del farol nórdico iluminando su
cuarto. El farol lo había comprado una mañana que se encontraba de camino a la
escuela, en una tienda que hay en la carretera antes de llegar al pueblo.
La
tienda estaba vacía. No había ningún cliente. Tais quería comprar algunas
chucherías para los niños, todos los viernes lo hacía, y había olvidado
comprarlas, así que paró en aquella tienda al borde de la carreta, lugar al que
no hubiera ido nunca si no hubiese sido por la necesidad. De repente un señor
la sorprendió saliendo de detrás de una cortina. El hombre tenía un rostro
apacible, de rechonchas y sonrosadas mejillas y una sonrisa plácida y amable.
-¡Buenos
días!- dijo amablemente-. Nunca la he visto por aquí, ¿es usted de fuera?
-Eso
debe ser porque nunca he venido- respondió Tais que tenía esa manía de cortar a
la gente en cuanto la saludaban.
-Eso
es más que evidente, y ¿qué se le ofrece señorita?- preguntó el tendero
demostrando una vez más su amabilidad.
-Perdone,
si he sido algo brusca- se disculpó Tais.
-No
se apure señorita, estoy acostumbrado, en un lugar como este entra mucha gente
rara, no quiero decir que usted sea rara, quizá algo arisca- intentó arreglar
lo que parecía insalvable el buen hombre.
-No
se preocupe, lo entiendo. Soy nueva por aquí, trabajo en la escuela y olvidé
comprar las chucherías de los viernes, y me dije entraré en la tienda de la
carretera. Vivo cerca de aquí- aclaró Tais.
-Bienvenida
entonces señorita- sonrió el tendero de sonrosadas mejillas-, mire, como le
decía antes sobre que entra gente rara por aquí, sin ir más lejos el otro día...-
hizo una pausa y se dirigió a un estante de detrás del mostrador y de él cogió
lo que a Tais le pareció un farol-... ¿ve este bonito y viejo farol?, lo dejó
hace unos meses un tipo, que si le digo la verdad me causó terror al verlo- se
detuvo y le acercó el farol a Tais.
-Muy
interesante- dijo ella sin apenas mirarlo. No había venido a comprar nada que
no fuesen las golosinas para sus niños.
-Pero
quizá le interese llevárselo por un buen precio. El hombre que me lo dejó dice
que lleva una leyenda muy antigua sobre él. Cuando estuve a punto de pedirle
que me la contase, el tipo: ¿sabe lo que hizo?...- carraspeó el hombre, se rascó
la brillante calva y miró por la ventana a un punto indeterminado y siguió-... se
dio media vuelta y sin decir nada más se fue por donde había venido, y hasta
hoy, ni siquiera me dio tiempo a darle algo por la reliquia- terminó el
tendero, sacó un pañuelo y se secó el sudor.
-Muy
bien- dijo Tais sin aparentar curiosidad por la historia ni por el farol-,
quiero veinticinco de estos, y otros tantos de aquellos, es suficiente, dos por
niño.
-Aquí
tiene, ¿señorita…?- dejó en el aire la pregunta para ver si ella entendía que
debía presentarse por educación.
-Señorita
Tais- dijo ella sabiendo que así debía hacerlo.
-Gracias
señorita Tais, bonito nombre, el mío es Teodor- dijo el tendero-, ¿no quiere
llevarse esta reliquia, seguro que le irá bien en su casa?- terminó preguntando
mientras le daba el cambio a Tais.
-Está
bien- dijo ella tras pensarlo unos segundos-, me lo llevaré, seguro que quedará
bien en mi habitación.
Así
es como Tais se hizo con el farol nórdico, y así es como comenzó su aventura…