Letras tu revista literaria

jueves, 24 de agosto de 2006

Insomnio

Insomnio
En las noches de vigilia, tras la barra de este bar, puedo observar cómo los clientes, cada noche, se debaten en intensas divagaciones amenizadas con alcohol.
En esas noches de calma chicha, de nostalgias ocultas tras el humo de los cigarrillos, miro una a una las caras y oigo retazos de diferentes conversaciones. Cada uno llega con su carga, esa carga del día a día. Arrastran pesares y alegrías empañándolas con el vaho de los cubitos de hielo, que miran mientras les sirvo las copas dejando caer un hilo de wisqui, ginebra o ron.
Saborean la última hora antes de darse de bruces con la habitación que cada noche les espera y les lleva, al silencio y a la soledad de sus destinos.
Apuran sorbo a sorbo los minutos de ese insomnio noctámbulo. Miran a la nada o se miran a los ojos, dejándose llevar por la melodía que suena de fondo a lugares donde los pensamientos y los sentimientos navegan libres sin más preocupación que la de ver la copa llena.
La primera copa la disfrutan con la calma que produce la metadona en los toxicómanos. El alcohol seda sus angustias y a medida que el vaso va quedando vacío veo brillar sus ojos con un resplandor lunar, un brillo plateado y es entonces cuando sus lenguas se desatan de ataduras, mientras que los prejuicios y perjuicios piden otra copa y se fugan con la primera mujer o con el primer hombre con los que cruzan miradas; esperando que yo les vuelva a dejar caer otro hilo dorado de licor espirituoso, con la esperanza y soltura que les producirá la segunda copa.
Hay otros que se pierden recorriendo el pasado chupito a chupito, ahogando el dolor que les produce el desamor, vaciando la amargura de sus almas solitarias ajadas por el tiempo.
Veo en sus ojos cansados la derrota, la desesperanza, la desilusión, la desconfianza y el fracaso de sus vidas. Buscan algo sin saber realmente qué. Buscan en los reflejos de vasos de ginebra, en los destellos de tubos dorados de vasos de cerveza una luz, una mirada, un gesto de calor y de afecto, un abrazo, un beso.
Buscan a alguien que les haga olvidar el dolor y sentir que en sus vidas aún hay tiempo para un nuevo amanecer.
A la tercera copa comienzan a encenderse las pasiones y las risas se confunden con estribillos de canciones bailando al compás de ritmos frenéticos. Los recuerdos dolorosos quedan diluidos en los restos de las dos primeras copas. Y poco a poco van quedando atrapados en un mundo irreal, lleno de fantasías maravillosas que surgen por los efectos del alcohol. Así vienen la cuarta y la quinta y muchas más. Entonces se confunden los pensamientos y los sentimientos; las risas, en algunas ocasiones, se vuelven llanto cuando comienza la bajada de la euforia producida por la ingestión de ese liquido mágico.
De repente se ven en brazos de alguien que no conocen y que probablemente al día siguiente ni recuerden.
Yo seguiré estando aquí tras la barra de este bar para dejar caer hilos dorados de ilusión y esperanza en las noches de insomnio.

© Salvador Moreno Valencia