Letras tu revista literaria

martes, 10 de abril de 2007

Con La Moneda Que Pagues Serás Pagado

¿Estás preparado a recibir el pago con la misma moneda que has pagado?
Todos, absolutamente todos, decimos o creemos que estamos preparados.
Pero son sólo palabras, palabras, sólo palabras.
Cuando actuamos, actuamos deliberadamente, creyendo que a nosotros no nos afectará, nada.
Y cuando nos toca, nos toca, será orgullo, será hipocresía, será egoísmo, será lo que tenga que ser.
Pero sea lo que sea, duele, y te pones en la piel del contrario, todo el mal que le hicimos, se nos devuelve, con creces, porque al más vil verdugo, se le tuercen las tornas y se convierte en víctima.
¿Víctima de qué? ¿Por qué? Porque siempre es mejor ser verdugo que ejecutado y cuando te ejecutan sientes el dolor que causa ser víctima. Así el mundo gira y gira, la vida da vueltas y vueltas. Los que fueron víctimas se convierten en verdugos, los verdugos se convierten en víctimas y así es la vida.
Qué carajo, es una forma de ver o de entender, de hacer o deshacer, que bien dice: “Que quien a hierro mata a hierro muere”, “que si juegas con fuego en él serás quemado”.
Y aquí comienza éste cuento:
Era sé una vez un hombre que dejó su vida, dejó a quien realmente lo amaba, cegado por sus sueños. Pero no pensó, ni tan sólo por un instante, que algún día todo se le volvería en su contra. Las velas se opusieron al viento y su velero fue naufragando en un mar de dudas.
La noche se hizo eterna y jugando con el fuego, él se quemó en el infierno de sus deseos, de sus sentimientos. La luna brilló en el cielo cuando ya era tarde, el viento rompió las velas de los deseos, el corazón se hundió en un mar negro, triste y sin escrúpulos.
Siempre decimos que nada es como se ve y que no sabemos lo que tenemos hasta que no lo perdemos y que cuando lo perdemos es, cuando sabemos lo que queremos.
Nuestro hombre, nunca pensó en estas trivialidades, para él, no había, ni tuvo la duda, que a él nunca le podían ocurrir esas vanas superficialidades.
Pero de repente, como el viento cambia de dirección, todo se le tornó, y de verdugo, el peor verdugo que fue, se convirtió en la víctima, en la más despreciable víctima que jamás pudo imaginar.
Fue que, su ambición por llegar al lugar que soñó, nunca llegó y en su empeño dejó atrás todo lo esencial, todo lo que realmente merecía la pena, pero, siempre con los peros, olvidó lo que realmente su corazón le decía.
Y fue que dejó a una mujer, el amor de su vida y no supo, ni apreció que era el amor de su vida, hasta que no la perdió y la perdió para siempre.
Entonces se vio reflejado en el espejo de los náufragos, una isla. ¡Que maravillosa isla! La isla de la libertad, nada ni nadie, todo era cielo a su alrededor, mar y sol. Allí, lejos de los ojos de la gente, pudo ver qué era la soledad, qué era no tener a nadie, qué era estar solo. Gritó, gritó muy fuerte, pero nada ni nadie le escuchó y sus gritos se fueron ahogando con el viento y el sonido del mar que le recordaba otros tiempos en los que fue feliz, en los que fue hombre, en los que tuvo alguien a su lado para compartir sus deseos, sus desalientos, sus desgracias y sus fracasos, el viento silenció sus gritos.
Y ese ser que no le pidió nunca nada, ese ser, esa mujer que lo dio todo por él, todo cuanto era, todo cuanto tenía, sin pedirle nada a cambio, se desvaneció en sus gritos.
Así fue que, nuestro hombre se durmió en aquella isla, donde era libre, pero, siempre con los peros. Despertó una mañana y se sintió solo, tan solo que ni las olas de aquel mar que fluía en libertad pudieron consolarlo y desde ese día yace en el laberinto de sus sueños, de sus sueños rotos.
La botella de güisqui se me ha terminado, las lágrimas no me dejan continuar con este relato, pero y siempre con los peros, el pirata que llevo dentro ha naufragado.
SOS, gritaba nuestro hombre, pero el viento, el sonido del mar y su imaginación habían perdido lo que más había anhelado, aquella mujer que le entregó todo sin pedirle nada a cambio.
Una isla llamada LIBERTAD. Necesito otro güisqui para continuar. Camarero, traiga otra botella, que cuando la haya terminado meteré en ella un mensaje: SOS, que alguien me rescate de esta isla llamada LIERTAD, llamada SOLEDAD.
El camarero me ha traído otra botella y ahora que lo pienso, recuerdo este poema de Neruda:
Puedo escribir los versos más tristes ésta noche:
Escribir, por ejemplo:
“La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Qué importa que mi amor no supiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Porque en noches como ésta, la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Más daño le he causado yo, en mi ceguera insensata,
seré ciego en el olvido.
escrito en Junio 1999
por:
© salvador moreno valencia