Letras tu revista literaria

viernes, 14 de noviembre de 2008

Un fallo en el motor



La noche se alzó victoriosa como una plaga de langostas sobre un inmenso océano de trigo. El motor del coche rugió por cuarta vez sin éxito alguno pero dando a entender que cabía la esperanza de éste.
Maribel, algo nerviosa, encendió el sexto cigarrillo mientras Abel sequía ensimismado afanándose por llevar a buen fin el carraspeo de su desvencijada furgoneta.
En la profundidad de la oscuridad, a unos metros de distancia una garra se aferra a un farol nórdico que ilumina el rostro desencajado de su portador que camina asiendo con la mano derecha un bate de béisbol, y con la zarpa izquierda la luminaria a modo de luciérnaga que va creando destellos en las oscuridades del bosque.
-Abel, tengo frío, no podemos quedarnos aquí toda la noche, haz algo, inútil- le reprocha Maribel a su amante, mientras él con las manos manchadas de grasa intenta por enésima vez poner el motor en marcha fracasando en el nuevo intento.
-No te preocupes que todo va ir bien- le responde intentando tranquilizarla.
El silencio de la noche secuestra todos los espacios, el tiempo parece haber desaparecido deteniendo todo cuanto habita en rededor. La zarpa ase el farol y mide sus pasos casi a tientas como un ciego se maneja entre una muchedumbre sin tropezar con nadie. Un soplo de una boca feroz y deseosa de sangre apaga la luminaria que lucía trémula dentro del farol nórdico y el bosque queda en la más absoluta oscuridad.
-Abel, te lo ruego, haz algo, vayámonos de aquí- vuelve a repetir por vigésima vez Maribel que se ha fumado casi todo el paquete de cigarrillos.
-Ya está casi, cariño, esta vez seguro que se pone en marcha- resopla Abel que parece haber sufrido una mutación y de blanco se ha convertido en negro. Entra en la furgoneta y vuelve a intentarlo nuevamente y esta vez con éxito. Maribel sube rápidamente, pero para cuando va a cerrar la puerta una zarpa se interpone impidiendo que la puerta quede cerrada. Un grito quiebra las sombras. Es el grito que Maribel acaba de enviar al mundo cuando contempla el rostro del portador del farol nórdico, a la vez que éste golpea, alzando el bate, sobre el rostro inmaculado de Maribel. Abel, indeciso ante lo inesperado, intenta salir de allí poniendo la primera marcha, y en ese momento el motor envía su estertor a la noche y queda en el más absoluto silencio. Un búho ulula en su atalaya, los lobos aúllan en la colina, una raposa se desliza lenta y sigilosamente en el interior del gallinero donde una docena de polluelos se cobija bajo el ala de una bella durmiente conocida en el corral como Blancanieves.