Letras tu revista literaria

jueves, 26 de abril de 2012

CAPÍTULO VII DE "ASÍ EN EL CIELO"

Próximo capítulo el lunes día 30 de abril de 2012 y ENTREGA DEL LIBRO EN FORMATO DIGITAL EN TU BUZÓN DE CORREO ELECTRÓNICO.

Vean como divago. En fin, que aquella satisfacción duraba lo que un coito, hablando en términos generales, aunque lo de generalizar no sea lo correcto, sobre todo un polvo realizado por alguien que lleva tiempo sin practicar el acto sexual, ya sabes que el de la defecación es de una frecuencia que ya quisiéramos para los coitos. Resulta tan fugaz y el placer se desvanece tras una eyaculación tan precoz que con toda seguridad ha regado, como lluvia de verano, rápida y voraz, el pubis peludo, velludo, pelado, rapado, de la que yace insatisfecha por no haber olido ni de lejos el orgasmo.
Dejo las divagaciones y sigo donde estábamos. La camioneta anaranjada óxido estacionó en la acera frente al lugar en el que yo me encontraba observando el paso de la gente, de los automovilistas y de toda esa variopinta caterva de personajes, cada uno yendo hacia algún lugar determinado o viniendo o buscándolo. Introduciéndose en la malvada máquina de consumo que los acecha por todos los rincones del planeta. Y me viene a la memoria un anuncio, no voy a divulgar la marca de lo que se anunciaba en él, había imágenes y unos frases subtituladas que traducían lo que una voz en off y en otro idioma estaba narrando; era algo así: “Esos creen que son libres yendo a sus trabajos cada día, a sus fábricas; para poder pagar sus hipotecas, sus coches, sus viajes, sus estudios... Pero en realidad no lo son, aunque las empresas que los emplean les obsequien con quince días de vacaciones o treinta al año, no, no son realmente libres, porque ellos les dicen lo que tienen que hacer, cómo vestir, cómo andar, qué lugares frecuentar, qué bebidas tomar, qué comidas comer... Va a ser un reto, realmente duro”.
Ya no me voy más por las ramas y veo la camioneta oxidada que estaciona, que al hacerlo rompe una de esos aparatos que sirven como surtidor de agua para los bomberos en el caso de que se produzca un incendio, y el agua comienza a brotar como si fuera un geiser, pero en éste en particular el agua brota fría y sube y llega a una altura de unos diez metros. De la camioneta bajan dos personas, una, por su apariencia, aunque me impide, la distancia y con ello mi miopía, distinguir, con absoluta claridad, sus rasgos, es una anciana, y, digo anciana porque la miopía que sufro no me impide distinguir una vestimenta de otra, tampoco me impide ver la forma de caminar; otra cosa es que luego las apariencias engañen, eso ya es sabido, aunque en los tiempos que vivimos esa frase o dicho tiene menos valor que un billete de diez euros por no decir de diez dólares. La otra, por su aparente estatura y corpulencia es sin duda alguna un joven, un hombre joven. Lo que sí pude distinguir sin lugar a dudas fue un peculiar rasgo que era idéntico en ambos personajes, una nariz aguileña que se aventuraba unos centímetros delante de las mejillas, como un telescopio o periscopio, en el caso de hallarse en uno de esos submarinos donde varios metros por debajo de agua puede verse el horizonte en la superficie donde las olas siguen ajenas al tránsito de esos pesados peces de metal que van dejando su huella, ineludible huella de contaminación sobre las limpias aguas de los océanos.
Aquellas narices se adelantaban olfateando el camino, que a sus propietarios, aún, les quedaba por recorrer. Las narices avanzando. Subiendo la escalera de seis escalones, traspasando el umbral y luego la puerta de entrada de la comisaría de aquel pueblo. El mismo que hemos descrito donde una única calle hacía su labor de daga para atravesarlo y digo daga porque en su parte final, conforme se sale hacia el sur, se curva la ancha calle y se dirige por unos instantes hacia el este y luego como si la misma punta de daga tuviese una rotonda allí, ya en las afueras del pueblo, un semicírculo nos pone de cara al suroeste y así podemos ver que la carretera se pierde en una infinita recta que se fuga con sus dos líneas paralelas en un lejano horizonte.
Lo que en el interior de la oficina del sheriff Cesáreo iba a acontecer lo sabría yo días más tarde. Realmente lo que allí iba a ocurrir no era más que el inicio de mi aventura y la razón por la cual estoy relatando sobre el hecho en concreto, a pesar de mis divagaciones.

Continuará próximo capítulo el lunes día 30 de abril de 2012 y ENTREGA DEL LIBRO EN FORMATO DIGITAL EN TU BUZÓN DE CORREO ELECTRÓNICO.



Así en el cielo novela de Salvador Moreno Valencia: http://www.alvaeno.com/asienelcielo.htm