Letras tu revista literaria

lunes, 16 de noviembre de 2009

Objeto desconocido



Me vas a perdonar mi timidez, dijo Lucecita Mesillas recién conectada al enchufe de la pared, que estaba situado en el cabecero de la cama de matrimonio.

No te apures ni tengas cuidado, y si eres tímida y algo recatada te han venido a instalar en el lugar menos apropiado, en el caso de que tú seas de esas lamparitas remilgadas que se ruborizan por cualquier tontería.

No es eso, mi timidez es debida al desconocimiento que tengo, tanto del lugar como de los objetos que en él cohabitan con ellos, sí, él, y ella, el primero que me ha traído hasta aquí, pobre, con la ilusión con la que me adquirió en la tienda de objetos usados; y ella, sí, ésa que fuma sin parar y ni siquiera lo mira, sí, a él, o que lo trata como a un objeto más, otro entre nosotros, pero menos, o nada luminoso.

Y todavía no has visto nada, dijo el enchufe, por cierto mi nombre es Conecttor Baby, llevo aquí desde que hicieron la reforma, y he visto pasar a muchas Luminosas, a muchos Fluorescentes Long, y a tantas otras Lucecitas que ya no lo recuerdo, pero, si me dejas contarte…, lo que más satisfacción me produce es cuando ella, sí, su mi mujercita, como él, sí, su mi hombre, la llama, conecta en mis dos aberturas ese objeto desconocido, y te digo, bajó la intensidad, si yo disfruto, ella, sí, ella, disfruta el doble o el triple porque yo nunca he llagado al estado de éxtasis que lo hace ella, sí, ella, su mi mujercita como él la llama, y si él supiera, el muy pánfilo, mejor dicho el muy ingenuo.

Lucecita Mesillas no acababa de creer al charlatán Conecttor Baby, porque ella no había visto mucho mundo, tan sólo aquel dormitorio al que llegó recién salida de la fábrica, y desde allí a la tienda de objetos usados y ahora aquí, conectada al endiablado charlatán.

Y si ella, sí, ésa que dices que él llama… conecta el objeto desconocido a ti, eso quiere decir que durante el tiempo que ella, sí… me tendrá desconectada, y por tanto no podré descubrir por mí misma lo que me estás contando, entonces ¿no me quedará más remedio que creerte?

Así es, ya lo hizo con tu antecesora, que al decir verdad era más horrible que tú, perdona mi honestidad pero…

Además de charlatán es un cabrón, pensó Lucecita Mesillas cansada de oírle. En ese momento él, su mi hombre al que ella, su mi mujercita, llamaba así, entró en la habitación, se dirigió hacia la mesilla donde ella, su mi mujercita, había instalado a Lucecita Mesillas y tras asir con cuidado la lamparita, no fuera a desprenderse de ella alguno de los adornos superfluos que le colgaban, la fue a depositar en la otra mesilla de noche, junto al lado que él ocupaba cuando dormía. Tuvo suerte Lucecita porque el enchufe al que fue conectada no dijo ni pío, era mudo, según dijo desde el otro lado Conecttor Baby.

Él, el hombre, tras haberla dejado allí instalada, salió del cuarto, se oyeron sus pasos que se alejaban, unas palabras como de despedida y tras ellas sonó el sonido de la puerta al cerrarse sin cuidado.

A los pocos momentos ella, sí, su mi mujercita, entró en la habitación con el cigarrillo encendido, inhaló profundamente mirando a un lugar en el techo, quizá una mancha que había dejado un voraz mosquito al ser aplastado por un alma sin escrúpulos; el humo salió de ella, parecía la chimenea de una fábrica. Se sentó en la cama, abrió el cajón de la mesilla que había debajo de Conecttor Baby, y sacó el objeto desconocido. Conecttor le guiñó el ojo a Lucecita Mesillas que iluminaba tenuemente el otro lado de la cama.