Letras tu revista literaria

domingo, 1 de julio de 2007

foto by joio http://www.flickr.com/photos/21633549@N00/


La estación de la vida

En estos días inciertos, de muchedumbres solitarias, de gente que viene y que va, estoy sentado en la estación de la vida y veo pasar los trenes. Trenes llenos de vida, llenos de nuevas formas de pensamiento, de nuevas formas de amar. Trenes solitarios, vagabundos que van a ninguna parte y que vienen del lugar donde habitan los recuerdos. Recuerdos de otros días en los que todos fuimos sembrando nuestras semillas para acabar recogiéndolas con el paso del tiempo. Unos recogieron buena cosecha y otros recogimos mala hierba.
Esta es la estación de mi vida, de mis días y en ella están cerradas las oficinas de venta de billetes. No hay billetes, de momento, para mí. Y así veo pasar la vida, sentado en esta estación solitaria, a donde van llegando todos los que se marcharon, llegan con la alegría del emigrante que vuelve a su tierra, aunque sea por unos días, con la ilusión de encontrar a la gente que dejaron tras su marcha. A veces los encuentran, y otras sólo ven a los que se quedaron, como yo, en la estación viendo pasar los trenes como locos solitarios.
El viajero deshace sus maletas y al cabo de unos días las vuelve hacer y se marcha en el tren, el tren de su vida y luego pasaran muchos días para que vuelva a regresar, sin embargo yo estaré ahí, sentado en la estación de mi vida, ésta estación en la que he decidido quedarme para ver pasar los trenes.
Los trenes se pierden en le horizonte azul de las tardes del sur; yo me quedo allí viéndolos desaparecer en las tardes de primavera, en las de verano, de otoño y de invierno. Llega la primavera y los campos se desgarran en millones de colores; llega el verano y van tornando su colorido volviéndose ocres y amarillos, y las tierras van secándose como se van secando los arroyos y los ríos; la vida sigue rumbo al otoño que va sembrando de hojas las veredas y las alamedas y los árboles se quedan desnudos y llega el largo invierno y el frío hiela la estación y mi corazón dormita: miro las vías del tren por las que hace tiempo ni llega ni se va nadie.
Pienso en el último tren que pasó hace ya muchos años, ese tren que nunca cogí y que nunca volverá. Ahora soy el viajero que soñé, y que, aún, añoro sin haberlo sido.

salvador moreno valencia©