Letras tu revista literaria

miércoles, 29 de mayo de 2013

Matar, al fin y al cabo: Supervivencia

Fotografía de E. de Juan

¿Matar por justicia
me hace injusto?
¿Me hace justo
matar por injusticia?
¿Matar por la paz
me hace asesino?
¿Matar por la guerra
me hace pacífico?
¿Coger un arma, matar
todo aquello que
de cruel y ruin
tenga para abrir caminos
bajo los pies descalzos
sobre lechos de pétalos
rosados,
me hace un poeta-asesino?

¿Matar al enemigo
me hace amigo?
¿Matar al amigo
me hace enemigo?
¿Matar, matar
al fin y al cabo
por supervivencia
me hace asesino?

Poema de un poemario todavía no creado que llevará por título Cuando te busco y no te encuentro, escrito por Alvaeno Alvaeno en dos tardes y media en una bajada de serotonina, que pude subir tras la ingesta de una botella de vino dialogando con Dylan Thomas que me recitó es poema que sigue:

De los suspiros algo nace...

De los suspiros algo nace
que no es la pena, porque la he abatido
antes de la agonía; el espíritu crece
olvida y llora:
algo nace, se prueba y sabe bueno,
todo no podía ser desilusión:
tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,
si no de bien amar, al menos de no amar,
y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

Después de esa lucha que los más débiles conocen.
hay algo más que muerte;
olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,
él sufrirá por mucho tiempo
porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera
por su soldado sucio con saliva de palabras
que derraman una sangre tan ácida.

Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,
arrepentirse cuando se ha consumido
el gozo que en el sol me hizo feliz,
qué feliz fui mientras duró el gozar,
si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran suficiente,
las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento
y curarme de males.

Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,
la mente retorcida, el lomo claramente formado,
que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,
el hombre debería curarse de su mal.
Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:
unas migas, un granero y un cabestro.


viernes, 17 de mayo de 2013

Adivina adivinanza



Adivina adivinanza


Dedicado a Annonaria.
Alguien marcó en mis manos,
tal vez hasta en la sombra de mis manos,
el signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
Del poema “La Mala Suerte” de Olga Orozco.

Corre como río subterráneo
Como río subterráneo corre
y como río subterráneo es invisible
a los ojos mundanos.


Adivina adivinanza.

Pasa de mano en mano
con los dedos es contado
y si has llegado hasta aquí
lo habrás adivinado.


Adivina adivinanza.

Bécquer de él dijo
hasta el perro
cuando lo ve baila.

Adivina adivinanza.

Quizás esta máxima
no saliera de la boca
del insigne poeta
y fuera de otro que siempre
llevaba quevedos.


Adivina adivinanza.

Se guarda como tesoro
en cajas fuertes y bancos
te lo pongo fácil
para que sepas de qué estoy hablando.


Adivina adivinanza.

Muchos por él mueren
y muchos otros por él matan.
Da poder al que lo posee
y esclaviza al que de él carece.


Adivina adivinanza.

Si todavía no lo has adivinado
te doy otra pista
que dura poco en los bolsillos
y no mancha.


Adivina adivinanza.

Es el dios de todos los tiempos
es genocida, hiere y mata
asesino, mentiroso, farsante,
y estafador, vende humo,
y a pesar de todo esto
todos los adoran y aman.


Adivina adivinanza.

Por su culpa mueren ancianos y niños
caen mujeres y hombres en la calle
condenados a vagar
por los pagos que no da
este malnacido bicho
que ni de Amor, ni Amistad
ni de Familia entiende.


Adivina adivinanza.

Tantos amores por él fracasaron
tantos amigos por él se perdieron
tantas familias por él
se distanciaron.


Adivina adivinanza.

Si has llegado hasta aquí
y todavía no lo has adivinado
mal parece que no sepas
que esta cosa
embrutece a los humanos.

Escrito por fortuna sin Fortuna pero libre por un tal que se dice poeta, y que obedece sin ser servil al nombre de Salvador Moreno Valencia.

viernes, 10 de mayo de 2013

Náufrago


Náufrago
Y yo, barco perdido bajo cabellos de abras,

lanzado por la tromba en el éter sin pájaros,

yo, a quien los guardacostas o las naves del Hansa 

no le hubieran salvado el casco ebrio de agua,

Rimbaud

NAUFRAGOÓleo / tela80 x 60 cm.2006Autor Sergio Garval

El viento helado de tu boca
que ya ni me nombra
cierra las puertas
que una vez abrimos juntos.

Bajo las escaleras
danzando con los pies del vértigo,
nunca antes estuve tan cerca
del abismo.

Una isla me ofrecen
las hienas de bocas putrefactas.

Un granero, un puente, ofrecen
para dormir
las arpías que afilan sus garras
como las viudas negras
afilan sus cuchillos
para acuchillar a sus infieles amantes.

Ser náufrago sin ahogarse
en el intento
es esfuerzo sobrecogedor,
es la moneda de cambio,
la consecuencia, el castigo
que por mis actos de libertad
unos jueces de pacotilla
han decidido imponerme.

El viento helado de tu boca
que ya ni me nombra
amenaza con arrasar
esta isla
en la que poco a poco
va pereciendo el náufrago.


Escrito en Isla de Slovadar en 1923 por
Eleon Bratques*, traducido al 

castellano por Fielding Jones.

*Eleon Bratques (Bielorrusia 1845, 1936) escribió para un periódico bielorruso 

llamado Nasha Niva, publicado en Vilnius. Entre sus obras se encuentran tres 

novelas: La magia de Príapo; Las acedías; y Cocoskhsakitin en el patibulario; y el 

libro de cuentos Amaneciendo entre cerrojos.

Eleon Bratques procedía de una familia humilde de agricultores, estudió 

periodismo en Vilnius, donde trabajaba como periodista y profesor de literatura.

Desapareció en 1936, y nunca se ha descubierto su paradero, por lo que se le 

dio por muerto en ese año.