Letras tu revista literaria

jueves, 31 de mayo de 2012

Charly a secas y otros cuentos


Para hacer boca en espera de que llegue el día 1 de junio y os entregue el libro de cuentos Siete (7) cuentos de pan y pimiento, os invito a leer Charly a secas y otros cuentos, relatos inéditos hasta hoy que pasan al universo cibernético para que lleguen a ti, lector, lectora. 

Te dejo con estos cuentos que espero disfrutes, y si quieres deja tus comentarios, será un placer conocer tu opinión.

Saludos.
Salvador Moreno Valencia






Charly a secas

La avenida principal de Alorigneuf estaba desierta a esas horas, las cuatro y treinta y cinco de la madrugada no era la mejor hora para estar en la calle, pero sí para llevar a cabo el objetivo que Charly se había marcado hacía un año.

Estaba lloviendo y la temperatura no subía de los cinco grados; era, lo que literalmente se dice, una noche de perros, pero Charly había salido decidido a realizar su plan, eso, o tendría que vérselas con Matías que no era hombre de razones que no fueran las suyas.

Allí estaba el joven de Adnor con su cazadora de cuero abrochada hasta las orejas, y un cigarrillo en la comisura de los labios, cuyo resplandor iluminaba su rostro moreno dándole un aire de ingravidez que resaltaba su belleza de veinteañero. Había venido a aquella ciudad con la ilusión de llegar a ser un gran actor, porque era Alorigneuf la gran ciudad del cine, un lugar idóneo para llegar al estrellato, o para acabar en la fosa de los desconocidos que allí poblaban la zona sur del cementerio, un lugar que a Charly le recordaba el libro de Todos los nombres, en el que el protagonista se adentra en un cementerio en la zona que se dedica a los suicidados, por tanto desterrados a ese rincón maldito, por no pertenecerles la gracia divina de ser consagrados en su muerte.

Nada escapa a los designios divinos, y menos por mano y obra de los que ejecutan su doctrina en la tierra. Pero Charly traía sueños de grandeza, y cuando se vio rodeado de toda esa parafernalia que el glamuroso mundo del cine, pone a disposición de los consagrados, sus sueños alcanzaron la cima de las ilusiones y de su esperanza. La fe mueve montañas y a idiotas.

El furgón blindado se fue acercando lentamente como lo hacía cada mañana desde que el joven lo observara. Aparcaba delante de centro comercial. Bajaban de él dos guardias armados hasta los dientes, pero despreocupados por rutina, nunca habían tenido un percance en los veinticinco años que llevaba la empresa de seguridad trabajando para AEKI, y por regla general salvo la excepción de las vacaciones de los guardias, siempre habían hecho el servicio los mismos guardias: tres hombres de unos cincuenta años, con imagen de ser más brutos que una mula, barrigones y medio calvos, bebedores de cerveza y adictos a las barbacoas que celebraban todos los sábados en caso de uno u otro para ver el fútbol, deporte que los hacía enloquecer e incluso olvidar a sus mujeres, que rumiaban en corro las cervezas y el vino mientras le gritaban a los hijos, o ponían a parir a alguna vecina que no estuviera presente.

Dentro del furgón siempre quedaba el mismo tipo sentado al volante y ajeno a su entorno, por las mismas razones que ya he dicho. Charly había estudiado todos los movimientos un día tras otro y sabía que todos los días salían en las sacas que portaban los guardias, quinientos mil euros, y los domingos por lo menos tres veces más. Dinero más que suficiente para pagar la deuda que tenía con Matías, al que temía porque sabía que no se andaría con tonterías y lo mandaría al cementerio, precisamente a ese lugar donde dormían el sueño de los justos los desheredados de aquel mundo de plástico.

Charly tiró el cigarrillo al suelo, lo aplastó con rabia bajo la suela de sus botas. Se bajó el pasamontañas y se dirigió hacia el furgón blindado. El chofer seguía las noticias por la radio y como su despreocupación era tal, había dejado, como lo había hecho siempre, la puerta lateral trasera abierta, la misma que utilizaban sus compañeros para bajar y subir al blindado. Charly lo tenía claro, sólo tendría que subir, esperar y ya está.
Los dos guardias regresaron en el tiempo estipulado con las sacas en las que portaban toda la recaudación del sábado de aquel gigante comercial.

-Jim pon el furgón en marcha, nos vamos- dijo el que parecía ser el jefe de aquel trío.

-A la orden Peter- respondió el chofer, diciendo esto se oyó el rugido del motor. Sus compañeros subieron a la parte trasera del furgón y una vez dentro cerraron la puerta. Donde les sorprendió el chico, invitado con el que no habían contado.
Charly había alcanzado su objetivo, contrario al que traía cuando llegó a la ciudad.

Nunca más lo volví a ver a Charly. Me fastidió su desaparición porque lo había seleccionado, de entre un millar de entrevistados, para ser el actor principal de la película que iba a dirigir titulada Charly a secas. Años más tarde de su desaparición recibí una carta sellada en Aunirilla, en la que me contaba su aventura.
  

Nataly bajo la lluvia


“Si algo tiene que ocurrir, ocurrirá por mucho que intentemos evitarlo.”
Máxima china.


Nataly camina pensativa bajo la lluvia, recorre las calles sin rumbo fijo, sin un orden establecido como si todo su cuerpo y su mente se hubiesen alojado en una profunda anarquía. Llueve con una intensidad suave como si la lluvia hubiera decidido acariciar el campo y la ciudad, acariciar el cuerpo de los pocos que se atreven a salir en días como este.

Nataly camina pensativa, al menos eso cree el hombre que la observa debajo del alero del edificio donde se aloja la biblioteca municipal. No es la primera vez que él la ve pasar con su aire de despreocupación y que aparentemente muestra la más absoluta de las indiferencias.

-Los jóvenes de hoy en día- le dice Ernesto al conserje de la biblioteca-, parecen haber perdido el rumbo, Ramón.

-Sí, eso parece Ernesto- responde el funcionario dando una calada a su cigarro.

-Esa chica lleva pasando meses por aquí, llueva, nieve o haga un frío de pelarse, ella parece no ser afectada por esas trivialidades.

-Ernesto, piensas demasiado, quizá la piba va a follar con su amante o por su aire distraído ya viene de hacerlo y va casi levitando, yo diría que esa joven está bien follada- argumenta Ramón que a pesar de trabajar en la biblioteca ha leído pocos o ningún libro en su vida.
-Eso será- se resigna Ernesto ocultando las emociones que siente cuando Nataly pasa cada mañana a la misma hora hacia ninguna parte o quizá hacia todas las partes de su mente bajo la lluvia.


Ernesto y la lluvia


Siempre que pasa por la puerta de la biblioteca lo ve ahí parado, fumando con el otro tipo, ese gordiflón de mejillas rosadas y aire de felicidad; le atrajo la primera vez que pasó cuando se dirigía al trabajo, había descubierto ese atajo y desde su apartamento a la oficina era el camino más corto, así que con su habitual manera de vagar antes de entrar a trabajar pasó por la puerta de la biblioteca y lo vio, ahí, en la puerta, fumando junto al gordo que parece un muñeco de azúcar; pero él es lindo, contiene esa belleza profunda y casi hermética que pocos hombres, que ella haya conocido, poseen. Pero no se atreve a decirle nada, así que ya van más de tres meses de pasar cada día a la misma hora y ella se hace la despistada como aparentando ser indiferente a cuanto la rodea, pero en el fondo su piel se eriza cada vez que pasa por la puerta de la biblioteca donde bajo el alero, Ernesto, que es como se llama el hombre que fuma junto al gordinflón, se refugia de la lluvia.


Agua Dulce


En la sierra del norte de Atag hay una pequeña aldea que en invierno suele quedar aislada por la nieve. Es Agua Dulce, nombre que recibe por el particular sabor de sus aguas, que saben dulces sin contener ni un ápice de azúcar y también es conocida la aldea por el no menos particular carácter de sus habitantes propensos todos al amor en exceso; si las aguas de Agua Dulce dan la impresión de dulces sin serlo, los aldeanos también dan la impresión de amorosos sin serlo. Bajo esa apariencia se esconden verdaderas tragedias dignas del odio y el rencor que sufren los aguadulceanos, que han cometido los más grandes y atroces crímenes que se hayan podido cometer en el transcurso de la historia de la humanidad: amar y matar, matar y amar matando.


Las afueras de Cantorodado


Cantorodado es un lugar apacible, uno de esos pueblos bucólicos donde nunca, a simple mirada, ocurre nada. El tiempo parece haberse detenido porque ni los relojes acompasan sus horas con normalidad, sino que lo hacen con tal lentitud que produce en ellos un atraso de varios años. A esto los cantorodianos ya se han acostumbrado, nacen con ese atraso, viven con él y mueren atrapados en él.

A pesar de esa apariencia indiferente de sus aldeanos y de su entorno, la vida en Cantorodado no es nada indiferente porque toda acción, todo pensamiento, toda forma de vida está controlada por todos, es como si los mismos vecinos fuesen espías unos de otros. Así todo se sabe y todo se denuncia en la asamblea y pobre de aquel o aquella que ose incumplir las reglas establecidas. Son señalados por el dedo acusador de sus convecinos y expulsados del pueblo desterrados por meses o años según la infracción cometida. Pero a pesar de ello, los cantorodianos siguen comportándose como si no ocurriera nada.


Las delicias jardín


Hay en el edificio Luna de Prometeo un bello jardín en el que apenas verás a alguno de los vecinos del edificio, como mucho, algunos niños que juegan al fútbol, pero poco más. Y lo que parece que no es visible, no lo es, evidentemente, si no observas con atención. Pero si prestas atención descubrirás que existen guerras por el control del jardín, que la verdad hay que decirla, es una delicia de jardín, una especie de Edén particular gobernado desde las sombras por la junta directiva de la comunidad, que es la que se encarga de que todo siga como está.

Una de las funciones que tiene dicha junta directiva, es prohibir: prohibido jugar a la pelota, prohibido perros, prohibido gritar, prohibido bañarse -para este punto prohibitivo se llevó a cabo el cierre de la piscina y posterior recubrimiento con tierra del hueco en el que antes se alojaban las mansas aguas azuladas por las paredes pintadas de azul-. En su lugar ahora hay una jungla que libera a cientos de caracoles y escarabajos rojos.

A pesar de que es una delicia de jardín no suele ser utilizado para evitar enfrentamientos: el ágora de los griegos ha muerto.


Egoistópolis


En este curioso país hay un millón de viviendas vacías y paradójicamente hay un millón de familias sin hogar.
En Egoistópolis se tiran cada día miles de toneladas de comida y paradójicamente hay un millón de egoistopolitanos que pasan hambre.
En Egoistópolis no se saluda por la calle y las casas parecen cárceles con rejas por todas las ventanas.
En Egoistópolis el miedo de los egoistopolitanos los ha llevado a desconfiar de todo y de todos y la propiedad privada es custodiada con armas.
Los egoistopolitanos preferentes no dudan en matar de un disparo a otro egoistopolitano no preferente que intente sustraerle sus tesoros…



viernes, 25 de mayo de 2012

Con este relato abrí este Blog el 23 de agosto de 2006

El miércoles, 23 de agosto de 2006 se abría este Blog con el relato La Luna del Membrillo que podéis leer siguiendo el enlace de abajo.

Este año, como vengo diciendo, estoy celebrado junto a ti estos seis años en los que he publicado 310 entradas, relatos, poesías y otros temas que he considerado de interés.

Gracias por estar ahí: VOSOTROS SOIS MI ÉXITO.


http://alvaeno.blogspot.com.es/2006_08_23_archive.html

lunes, 21 de mayo de 2012

NUEVA ENTREGA DE CUENTOS Y REGALO DE LIBRO

Ya hemos superado las 30 mil visitas y para seguir celebrando tanto este hecho como el sexto aniversario del blog, voy a seguir publicando algunos cuentos del libro 7 (Siete) cuentos de pan y pimiento, y que os regalaré en formato digital el viernes día 1 de junio. Mientras tanto, publicaré algunos de los cuentos incluidos en este libro, y por supuesto el poema de los viernes seguirá inamovible.

 
El Tranvía

La niña tenía cara de haberse tomado un limón, los ojos saltones y chicos, una naricilla extravagante que presidía unos labios rajados y resecos bañados por una vela de mocos; las orejas avanzadas y una barbilla dos veces más pequeña que la frente y los pómulos pálidos churreteados de lágrimas resecas. Suspiraba compungida, tan pronto reía, tan pronto lloraba. 

El hombre que la acompañaba llevaba una americana de color crema, sucia y llena de lamparones, unos pantalones remendados y un sombrero negro en el que brillaba la mugre. En su rostro un bigote cortaba sus rasgos geométricos. Su mano, morena de piel como la cara, presionaba con sus dedos la oreja avanzada de la chiquilla que aun así se negaba a obedecerle.

Volvía el llanto y la mano retorcía la oreja y el llanto se hacía más intenso. Luego, cuando el hombre dejaba de presionar la oreja de la niña, ésta volvía a reír y sus ojos brillaban alegres.
En un despiste del hombre la chiquilla se deshizo de la mano de éste y corrió calle abajo perdiéndose tras un tranvía que hacía su trayecto con la puntualidad esperada.
El hombre dio por concluida la función porque sin la niña no podía hacer que en los espectadores se encendiera la llama de la compasión y colorín colorado este cuento ha terminado.
Y ahora aunque no quieras te voy a contar el cuento de pan y pimiento.

Incluido en el libro 7 (Siete) cuentos de pan y pimiento de Salvador Moreno Valencia

viernes, 18 de mayo de 2012

El sueño de la razón




Cuando las Ninfas se retiran a sus aposentos, el poeta queda yerto como el más desolado páramo,
expuesto al embotamiento y embrutecimiento
en los que el hombre moderno está cayendo.


Del poemario "Cuando las Musas lloran", inédito de Salvador Moreno Valencia

viernes, 11 de mayo de 2012

Agotado el sueño

Fotografía E. de Juan

Ya se agota el sueño
de precipicios, gatos muertos,
cuchillos en manos de hombres
mujeres rubias carmines labios
fresas de almíbar
sueño trasnochado
el tren, siempre el tren
que no llega.

Avenidas de aristas
afiladas que arrancan la piel
de los que huyen
como cobardes.

La cobardía queda a buen resguardo
en su cubículo cálido y mortuorio.

El tren, siempre el tren
promete como una Circe
el paraíso.


martes, 8 de mayo de 2012

Atenea Café (El crepúsculo de un dios menor), en Megustaescribir.com (Red Social Literaria de Random House Mondadori S.A)

Como estamos en Reflexiones en el limbo festejando que este año se cumplen seis desde que abriera el Blog, además de haber regalado mis dos novelas "El sonido lacónico de las balas", y "Así en el cielo", y el libro de relatos "dosmásuna"; como tengo casi 30 MIL VISITAS, para celebrarlo y esperar que de aquí a septiembre se hayan doblado las mismas, os voy a invitar a leer mi novela Atenea Café (El crepúsculo de un dios menor), y para ello solo tienes que entrar en el siguiente enlace: http://megustaescribir.com/wp-content/plugins/visor-mge/visor/?docId=4fa0e7b7d0071 y de paso si quieres puedes votarla.

Muchas gracias a todos por leerme y seguirme: Vosotros sois mi éxito.

Salvador Moreno Valencia
Escritor
http://alvaeno.com/salvabiografia.htm

viernes, 4 de mayo de 2012

Sueños



En la noche sueño enredaderas como plantas trepadoras.

Trepan, trepan, enredándose en mis pensamientos
oníricos, salpicando mis sueños con sus hojas.

Trepan, trepan mojando con su lluvia
azulada que lo hace todo mar,
trepan, trepan por las rendijas del sueño.

La arista, perfil sangrante,
hace que caiga al abismo
del que brotan frondosas selvas,
trepan, trepan por las esquinas del sueño.

En la huida un tren me lleva a ciudades inciertas. Despierto.

lunes, 30 de abril de 2012

ENTREGA DE UN EJEMPLAR DE ASÍ EN EL CIELO

Ha llegado el día 30 de abril, y como lo prometido es deuda todos los seguidores de este Blog podéis descargaros aquí Así en el cielo.

Muchas gracias por seguirme y leer mis post.
Un saludo.
Salvador Moreno Valencia
Escritor
http://alvaeno.com/salvabiografia.htm

viernes, 27 de abril de 2012

Ciudad desconocida

Fotografía E. de Juan

Deseos incumplidos, pasiones muertas.

Una manita frágil de niño de dos años
toma la mía y a ella se aferra como buscando algo.

A lo lejos, lejos, muy lejos
en un gris y viejo horizonte
llueve, sigue lloviendo.

Llueve sobre la vida
sobre el hombre
sobre la mujer herida
sobre el mundo.

El viento susurra y el tren promete llevarme a una ciudad desconocida.

jueves, 26 de abril de 2012

CAPÍTULO VII DE "ASÍ EN EL CIELO"

Próximo capítulo el lunes día 30 de abril de 2012 y ENTREGA DEL LIBRO EN FORMATO DIGITAL EN TU BUZÓN DE CORREO ELECTRÓNICO.

Vean como divago. En fin, que aquella satisfacción duraba lo que un coito, hablando en términos generales, aunque lo de generalizar no sea lo correcto, sobre todo un polvo realizado por alguien que lleva tiempo sin practicar el acto sexual, ya sabes que el de la defecación es de una frecuencia que ya quisiéramos para los coitos. Resulta tan fugaz y el placer se desvanece tras una eyaculación tan precoz que con toda seguridad ha regado, como lluvia de verano, rápida y voraz, el pubis peludo, velludo, pelado, rapado, de la que yace insatisfecha por no haber olido ni de lejos el orgasmo.
Dejo las divagaciones y sigo donde estábamos. La camioneta anaranjada óxido estacionó en la acera frente al lugar en el que yo me encontraba observando el paso de la gente, de los automovilistas y de toda esa variopinta caterva de personajes, cada uno yendo hacia algún lugar determinado o viniendo o buscándolo. Introduciéndose en la malvada máquina de consumo que los acecha por todos los rincones del planeta. Y me viene a la memoria un anuncio, no voy a divulgar la marca de lo que se anunciaba en él, había imágenes y unos frases subtituladas que traducían lo que una voz en off y en otro idioma estaba narrando; era algo así: “Esos creen que son libres yendo a sus trabajos cada día, a sus fábricas; para poder pagar sus hipotecas, sus coches, sus viajes, sus estudios... Pero en realidad no lo son, aunque las empresas que los emplean les obsequien con quince días de vacaciones o treinta al año, no, no son realmente libres, porque ellos les dicen lo que tienen que hacer, cómo vestir, cómo andar, qué lugares frecuentar, qué bebidas tomar, qué comidas comer... Va a ser un reto, realmente duro”.
Ya no me voy más por las ramas y veo la camioneta oxidada que estaciona, que al hacerlo rompe una de esos aparatos que sirven como surtidor de agua para los bomberos en el caso de que se produzca un incendio, y el agua comienza a brotar como si fuera un geiser, pero en éste en particular el agua brota fría y sube y llega a una altura de unos diez metros. De la camioneta bajan dos personas, una, por su apariencia, aunque me impide, la distancia y con ello mi miopía, distinguir, con absoluta claridad, sus rasgos, es una anciana, y, digo anciana porque la miopía que sufro no me impide distinguir una vestimenta de otra, tampoco me impide ver la forma de caminar; otra cosa es que luego las apariencias engañen, eso ya es sabido, aunque en los tiempos que vivimos esa frase o dicho tiene menos valor que un billete de diez euros por no decir de diez dólares. La otra, por su aparente estatura y corpulencia es sin duda alguna un joven, un hombre joven. Lo que sí pude distinguir sin lugar a dudas fue un peculiar rasgo que era idéntico en ambos personajes, una nariz aguileña que se aventuraba unos centímetros delante de las mejillas, como un telescopio o periscopio, en el caso de hallarse en uno de esos submarinos donde varios metros por debajo de agua puede verse el horizonte en la superficie donde las olas siguen ajenas al tránsito de esos pesados peces de metal que van dejando su huella, ineludible huella de contaminación sobre las limpias aguas de los océanos.
Aquellas narices se adelantaban olfateando el camino, que a sus propietarios, aún, les quedaba por recorrer. Las narices avanzando. Subiendo la escalera de seis escalones, traspasando el umbral y luego la puerta de entrada de la comisaría de aquel pueblo. El mismo que hemos descrito donde una única calle hacía su labor de daga para atravesarlo y digo daga porque en su parte final, conforme se sale hacia el sur, se curva la ancha calle y se dirige por unos instantes hacia el este y luego como si la misma punta de daga tuviese una rotonda allí, ya en las afueras del pueblo, un semicírculo nos pone de cara al suroeste y así podemos ver que la carretera se pierde en una infinita recta que se fuga con sus dos líneas paralelas en un lejano horizonte.
Lo que en el interior de la oficina del sheriff Cesáreo iba a acontecer lo sabría yo días más tarde. Realmente lo que allí iba a ocurrir no era más que el inicio de mi aventura y la razón por la cual estoy relatando sobre el hecho en concreto, a pesar de mis divagaciones.

Continuará próximo capítulo el lunes día 30 de abril de 2012 y ENTREGA DEL LIBRO EN FORMATO DIGITAL EN TU BUZÓN DE CORREO ELECTRÓNICO.



Así en el cielo novela de Salvador Moreno Valencia: http://www.alvaeno.com/asienelcielo.htm