El escultor al ver aquellas zanahorias en el mercado pensó en penes esculpidos.
Las compró y esculpió sobre ellas glandes tan reales que parecían verdaderos.
Por la noche llegó su invitada. El anfitrión descorchó el vino escanciándolo en un recipiente de cristal de Majórica, luego sirvió penes cocidos con salsa de zanahorias.
Pequeños copos de nieve siguieron danzando en la calle.
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