Déjame llegar a tu puerto frío.
Déjame calentarlo con el viento de mis velas,
déjame encallar mis días, y mis noches en tu amanecer de arena.
Déjame que yo también te sueñe en el universo,
donde la realidad se confunde con los sueños,
donde somos como estrellas que lejanas
se sienten, se aman.
Déjame encender la hoguera,
calentaré tu frío corazón.
Déjame que baje el sol
para que llene de luz la oscuridad de tu pensamiento.
Déjame que abrace la distancia,
para acercar tus besos a mi boca.
Déjame que sienta el latido de tu corazón
en mi pecho.
Déjame que sienta la respiración de tus labios
tan cerca que se confunda con la mía.
2 comentarios:
Me gustó la expresión:
"Déjame encender la hoguera."
Me recuerda a ese poema del león inglés del romanticismo, Walter Savage Lanor, que dice:
"Calenté ambas manos en el fuego de la vida./Se paga, y estoy listo para partir."
El elemento sorpresa en el lenguaje poético es imprescindible para embellecerlo, como dice Aristóteles en su "Retórica". En ese sentido, Borges y su movimiento "Ultra" son un vivo ejemplo de que la poesía consiste en la acuñación de metáforas audaces, sorprendentes, como esa de Borges que, para describir la sensación de un atardecer, incrusta esta metáfora sorprendente para el lector, por inesperada, por no convencional: "El poniente, de pie como un Arcángel,/Tiranizó el sendero."
Dale caña a la cabaña. Que rule la poesía, brother.
Ricardo esa metáfora de Borges es sublime, aunque utilizar esta palabra pueda hacer parecerme a los poetas románticos, que creían en lo sublime como forma de belleza y de vida.
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