Letras tu revista literaria

jueves, 5 de abril de 2012

UN EJEMPLAR DE ASÍ EN EL CIELO PARA LOS SEGUIDORES DE REFLEXIONES EN EL LIMBO

Comenzamos una nueva tanda de regalos para los seguidores de este Blog. El día 30 de abril de 2012 todos los seguidores de REFLEXIONES EN EL LIMBO, recibirán un ejemplar de mi novela  ASÍ EN EL CIELO en formato digital.

Así que si todavía no eres seguidor del BLOG y quieres la novela, no lo dudes SÍGUEME.

Para hace más amena vuestras visitas iré publicando capítulos de ASÍ EN EL CIELO, los lunes y miércoles hasta el día 30 de abril de 2012, dejando los viernes resevados para el Poema del viernes, valga la redundancia.

HOY EL PRIMER CAPÍTULO DE ASÍ EN EL CIELO:

Así en el cielocomprar
Fotografía de portada: E.de Juan
ISBN: 978-84-613-2096-7
9 horas de lectura
Autor: salvador moreno valencia
Categoría: Narrativa
Subcategoría: Novela
N° de páginas: 232
Tamaño: 170x235
Estado: Público
Interior: Blanco y negro
Maquetación: Pegado








A ella, que todavía brilla como una estrella
Cialenva Preston

I CAPÍTULO DE ASÍ EN EL CIELO

Sobre el color ocre de la pared, a la que le daba la espalda, se reflejaba la sombra de su exuberante melena. En aquella apariencia su cabello se agitaba como soplado por un vendaval, pero no era este fenómeno el que producía tal efecto en aquellas tinieblas, era el producido por el ventilador que soplaba directamente sobre su rostro en una mañana de agobiante calor.
Sobre la pared se reflejaban, a su vez, los rayos que desprendían sus bucles dorados iluminados por el sol que encendía toda la sala como un enorme foco de potencia grandiosa. Como si el mismo astro rey naciese en aquella oficina.
La melena, larga y rubia, ondeaba al viento procedente del ventilador que ponía sonido aéreo al lugar de trabajo del sheriff, propietario, éste, de aquella pelambre casi amarilla. En su rostro aniñado había una triste expresión como si desde su más tierna infancia le viniera a visitar el fantasma de algún capricho nunca alcanzado. Eran sus ojos pequeños, de color marrón, como dos rajas en una tela de lona. 
Tenía como ya he dicho los ojos tan pequeños que de no ser por el resto de sus rasgos, característicos estos de una ascendencia nórdica, podríamos decir que alguno de sus antepasados habría sido oriental: quizá un mongol o un chino o un japonés. Y los cristalinos pequeños adornaban unas mejillas sonrosadas y redondas. Su boca era algo así como dos líneas paralelas con la diferencia de su fin, que en los labios acababa con sendos hoyuelos, a diestro y siniestro, y bajo las mejillas rechonchas. Y luego la barbilla casi perdida como ausente o como absorbida por una timidez innata, rasgo indiscutible del carácter de aquel hombre. Pero sólo su barbilla era tímida porque aquel sheriff era todo lo contrario, él era el antagonista de aquella barbilla timorata. Y como colofón final para dar a aquella cara un carácter un tanto divertido estaba su nariz. Una prominencia que se adelantaba a los acontecimientos, sobre todo los recibidos por las papilas olfativas. Así, aquel sheriff, podía oler un caso mucho antes de llegar a la escena del crimen o identificar a los malhechores a varias manzanas desde donde él se encontrara. Sí, era una peculiar semejanza del pico de un águila, se diría de ésta que era aguileña pero no era en su totalidad así porque tenía rasgos de otro tipo de nariz por lo que, incluso, se podría decir que la nariz del portador de aquella larga y rubia cabellera, motivo de deseo de los indios aborígenes de la tierra en que olfateaba aquella napia, era mezcla de nariz remachada y aguileña. El caso es que aquella prominencia podía darse de narices, asomar a algún lugar y como ya he dicho olfatear a distancia a los irreverentes malhechores.
Pero aquella mañana en la que la sombra de su pelo ondeaba sobre la pared color ocre viejo, su eficaz protuberancia mitad águila, mitad remachada no pudo oler lo que se le avecinaba, debido a un pequeño constipado que todas las primaveras aparecía enajenando a aquella virtuosidad de lo que en ella era lo más valorado, el olfato.     
Continuará próximo capítulo el lunes día 9 de abril de 2012
Así en el cielo novela de Salvador Moreno Valencia: http://www.alvaeno.com/asienelcielo.htm

miércoles, 4 de abril de 2012

Santos danzando...

Santos danzando en las calles de este inculto pueblo que rinde culto a ídolos de palo. Fariseos acróbatas de la mentira...



viernes, 30 de marzo de 2012

Huir, huir…

Fotografía E. de Juan

Huir hacia una selva enmarañada.


Donde un enjambre de millones de celdas
muestra su simetría vertiginosa.


Huir hacia el desierto
que se abre ante los ojos del sediento
mostrando sus espejismos  acuosos.


Huir de los hilos tejidos
de los que pendemos
como insignificantes insectos
que serán devorados por el gran monstruo.


Huir desde una enmarañada selva hasta el hilo del vértigo que corta Átropos.

Del poemario Cuaderno de la huida de Salvador Moreno Valencia

miércoles, 28 de marzo de 2012

¡GANADOR/A DEL CONCURSO DOSMÁSUNA!

Estimados amigos seguidores de Reflexiones en el limbo, nuestra mano inocente ha sido la responsable de sacar la bolita en la que constaba el nombre de EL/LA GANADOR/A del concurso dosmásuna: UN EJEMPLAR EN PAPEL del libro de relatos DOSMÁSUNA.

EL/LA GANADOR/A es Jenifer Humanes, que recibirá en su domicilio el ejemplar del citado libro. ¡FELICITACIONES JENIFER!    


 

lunes, 26 de marzo de 2012

Relatos del libro dosmásuna

Hoy lunes publico el último capítulo de Tais y la leyenda del farol nórdico titulado "El minotauro", incluido en el libro dosmásuna.

Esta misma tarde tendrá lugar el sorteo entre los seguidores de este Blog. El premio como ya sabéis es un ejemplar en papel del libro de relatos dosmásuna.

El ganador será anunciado el miércoles día 29 de marzo de 2012 en este Blog.
(Gracias por seguirme)

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Tais y la leyenda del farol nórdico

El minotauro

Tais quedó esperando y observando al gato encaramado al árbol. La noche no parecía nada extraña, o al menos no tenía nada de nuevo: los mismos sonidos propios del campo. La misma oscuridad propia de días de luna nueva. Y los mismos miedos agazapados en las sombras de los árboles que se mostraban dibujando los monstruos que ella llevaba en su cabeza.

Tom volvió con la misma sonrisa y el mismo gesto de amabilidad inquebrantables.

-Aquí tienes, el viejo Fran ha salido a pescar, en noches como esta suele ir al lago porque mantiene que es la única oportunidad que tiene de poder dar pesca a un pez con el que, yo creo, incluso, habla.

-Podíamos ir- dijo Tais encendiendo el cigarrillo como si este acto le hubiera producido la fuga de sus temores.

-El viejo Fran no quiere que nadie le moleste en las noches que va al lago, dice que el pez al que persigue huele a otros a leguas y no se digna en aparecer. Yo le he preguntado que si huele a otros cómo es que no lo huele a él- se detuvo Tom y fue a sentarse frente a Tais en una butaca mecedora-, y ¿sabes qué me contesta siempre que le hago esta pregunta?- esperó Tom una respuesta; Tais hizo un gesto con la cabeza negando, y él siguió-, siempre dice que su olor es inaccesible a los peces, o a cualquier tipo de animal que en la tierra viva, e incluso- se ríe en este punto, con su peculiar sonrisa, que al principio me daba miedo, ya no, la costumbre, ¿sabes?- a los hombres. Yo no lo creía pero con el tiempo fui dándome cuenta que Fran carece de olor alguno, al menos del característico que tenemos los humanos. Él no tiene olor, cosa extraña.

-Sí, es algo extraño- dijo ella acabando su cigarrillo, buscó un lugar donde deshacerse de su colilla y Tom se adelantó para decirle que no se preocupara que ya lo hacía él, así que cogió la colilla y fue dentro de la casa para deshacerse de ella. Tais miró a la oscuridad impenetrable del bosque y se estremeció al ver dos refulgentes luces que desde la profundidad la observaban.

Se sobresaltó con la vuelta de Tom que apareció con el sigilo característico en él.

-Perdona, ¿te he asustado?- preguntó acercándose por la espalda a Tais.

-No- respondió ella sin darse la vuelta.

La mano de Tom fue a parar sobre el hombro de Tais, cuando se dio la vuelta el minotauro estaba allí.

Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna


domingo, 25 de marzo de 2012

Del que huye

Fotografía E. de Juan


No puedo saber más que por mi propia experiencia.

Huir, huir, alternativamente: La huida.
Los fracasos, los sueños mutilados. Es la huida: ¿De qué, de quién, por qué?

Del hombre domesticado
Del hombre que ofrece una falsa caridad
Para no dejar de ser un soñador

Huir del miedo y por éste
huir del conformismo y por éste
huir de la caridad
que ofrecen hombres perversos en nombre de un dios inventado.

Del que huye y es al fin el que no escapa de sí mismo.


Del poemario Cuaderno de la huida de Salvador Moreno Valencia

viernes, 23 de marzo de 2012

Adaptación

Fotografía de E. de Juan

Voy a dejar mis libros, mis cuadros y mis sueños.


Cortaré mi pelo, quitaré mi pendiente, vestiré como dios manda.
Seré sumiso, obediente y guardaré silencio ante la injusticia.


Me ataré para siempre, tendré hijos, trabajaré duro para ellos.
Dejaré de beber, de fumar, de mirar, de follar:
solo follaré para procrear
como dice su santidad.


Seré un hombre de bien y todos me respetarán.
Tendré varias casas, varios coches, varias amantes. Seré un idiota más.
Quemaré mis libros, mis cuadros, y mis discos.
Consumiré como un autómata.


Desperté… y el dinosaurio estaba allí: Desobedecí.


 
Poema del poemario Barro en los zapatos, autor Salvador Moreno Valencia

miércoles, 21 de marzo de 2012

Relatos del libro dosmásuna

(Queda el capítulo titulado El minotauro que será publicado el próximo lunes día 26 de marzo de 2012 para inciar el sorteo, entre los seguidores de este Blog, del libro dosmásuna en papel. El ganador será anunciado el miércoles día 29 de marzo de 2012 en este Blog).

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Tais y la leyenda del farol nórdico


El lago

     

Cuando llegaron a la casa de Tom era noche profunda y en el silencio de la misma se dibujaron las notas musicales de un búho en el pentagrama del infinito universo.

-Ya hemos llegado- dijo Tom cuando detuvo el coche para bajar y abrir la cancela.

-Está muy oscuro, por favor no apagues la luz- respondió Tais con el frío en los huesos. Era un frío lejano como venido de otro tiempo, el sueño que con frecuencia solía tener cuando se angustiaba demasiado por un tema en concreto. El frío de los fiordos nórdicos llegaba para abrir las puertas del abismo a los toros negros de la reina Tais que arrasó los pueblos vecinos en pos de encontrar al minotauro con el que pretendía perpetuar su raza. Era un sueño recurrente y que la dejaba helada, pero en él siempre refulgía una llama en un farol. El farol nórdico que había comprado le recordaba al del sueño.

Tom abrió la cancela y volvió al auto, dos perros enormes salieron al encuentro de los recién llegados. Eran One y Avla dos mastines del pirineo que Tom había comprado en su primer y único viaje por Europa. A Tais los perros le gustaban mucho, y la presencia de aquellos canes le produjo alegría y seguridad porque: ¿qué bestia u hombre podía adentrarse en el territorio de dos animales como aquellos?

-No te preocupes One y Avla son muy cariñosos- dijo Tom para que Tais no tuviera miedo de ellos. Lo que no sabía Tom era que a ella le encantaban los perros.

-No me dan miedo, todo lo contrario- le respondió ella para mostrarle su satisfacción al saberlos allí-, los perros son mi debilidad y estos parece que están dispuestos a ser buenos amigos míos.

-Sin duda, ya verás cómo se desviven por ti- dijo Tom dirigiendo el automóvil al garaje.

En la puerta de la casa se encendieron sendas farolas cuando los recién llegados se acercaron. ‘Tom no vive solo’ pensó Tais.

-¿Hay alguien en casa?- preguntó para salir de dudas.

-Sí, no te lo he dicho porque lo olvido, siempre me olvido de Fran, es como una parte más del bosque, un árbol, una piedra, o una casa, que te habitúas a verlos en el mismo lugar con la misma actitud, si es que su estar se puede definir como actitud, es como la indeferencia que produce la cotidianidad, el día a día. He visto a Fran desde que era un niño, y siempre ha sido igual, no ha cambiado desde entonces.

-¿Fran vive contigo o trabaja para ti?- preguntó Tais.

-Ni lo uno ni lo otro, pero podríamos decir que Fran y yo tenemos un trato e intercambiamos servicios- respondió Tom acercándose para abrirle la puerta a Tais.

Tais odiaba a todos los hombres que hacían eso, que intentaban mediante gestos, que ella consideraba machistas, ser caballerosos cosa que le removía el estómago.

-No hace falta que demuestres tu caballerosidad- dijo al abrir la puerta sin dar opción a Tom a abrirla.

-Sólo pretendía ser amable- protestó el bombero algo dolido por el rechazo hacia su actitud por parte de Tais.

-No te ofendas pero no soporto esos detalles, van en contra de mis principios- se disculpó ella buscando con la vista la figura de Fran que no aparecía por ningún lado.

Los perros también habían desparecido al encenderse las farolas del porche, en el que una hamaca se balanceaba como recién abandona. Un gato pardo y demasiado grande para ser gato, se acercó a Tais y se restregó entre sus piernas.

-Ten cuidado con ese zalamero- dijo Tom invitando a Tais a pasar al interior.

-Podríamos quedarnos un rato aquí en el porche, la noche es muy agradable; ¿tienes un cigarrillo?- propuso ella que terminó por sucumbir al vicio del tabaco, afición que había dejado hacía unos tres años; pero algo aquella noche la incitó a pedirle a Tom un cigarrillo.

-No tengo, no fumo, pero Fran si lo hace, así que iré a buscar uno de sus cigarros; creo que él fuma tabaco negro, la verdad es que no puedo decirlo porque no soy un experto en tabaco, sin embargo sí en fuegos- le dedicó una leve sonrisa a Tais y desapareció tras la puerta. En ese momento a Tais la recorrió un escalofrío y el gran gato pardo de un salto se encaramó a la copa de un frondoso roble que presidía el pequeño jardín.  

Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna

lunes, 19 de marzo de 2012

Relatos del libro dosmásuna

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Tais y la leyenda del farol nórdico


El baile

Tras el fortuito y desagradable encuentro con la garra que se difuminó en la negrura del lago dejando a Tais medio moribunda tumbada sobre el suelo, Tais recobró la fuerza y lo primero que hizo fue coger el farol, apagarlo, y luego salir con determinada osadía hacia el lugar donde lo había comprado. Pero no encontró la destartalada tienda al lado de la carretera. ‘¡No puede ser!’ se dijo perdiendo la seguridad que siempre la había caracterizado. Pero sí podía ser, en la carretera no había más que un montón de escombros que ocupaban el lugar donde por la mañana se había detenido, por desgracia, para comprar las chucherías de los viernes. Se frotó los ojos una y otra vez hasta casi llevarlos al estado de hinchazón por la fricción, pero pese a su empeño, la tienda seguía sin aparecer en el lugar que antes había ocupado.

Como hasta el pueblo había poca distancia Tais decidió ir allí, entre otras cosas porque después de lo sucedido no se atrevía a volver a la casa. En el pueblo como de costumbre los viernes por la tarde, ya casi anochecido, se celebraba una especie de verbena o baile en el que participaban todos los habitantes, con muy pocas excepciones: un par de hombres de color que vivían en lo que antaño había sido una mansión habitada por el viejo gobernador, un estafador de provincias que tuvo que escapar por la noche para evitar su linchamiento, no en vano se había quedado con todos los ahorros del pueblo, y con algunas grandes cifras que pertenecieron a tres grandes ranchos que rodeaban el pueblo.

En la plaza, un lugar variopinto por sus estrafalarias y variadas construcciones, bailaban ajenos a su entorno los felices paisanos, que estando tan ensimismados en su tarea de no pisar a sus parejas no se percataron de la presencia de Tais y menos de que en su mano derecha portaba el farol, encendido de nuevo y por acción ajena a la voluntad de la maestra que temblaba de miedo sin atreverse a soltar el asidero de la luminaria como si a ella hubiera sido soldada o remachada como hacían los antiguos artesanos con las esculturas de bronce. La gente siguió afanada en su quehacer danzarín, Tais se dirigió hacia el lugar que ocupaba la orquesta ‘un señor barrigudo con pelo crespo y una ristra de medallas colgadas de la pechera de su vieja americana’; pero nadie, ni el mismo hombre orquesta parecía percibir las presencia de la maestra. Sólo un gato gris de pelo largo se acercó con ronroneo casposo y se restregó entre las piernas de Tais; el farol volvió a apagarse en el preciso momento en el que la oronda orquesta daba por finalizada la pieza que había hecho danzar a los pueblerinos como muñecos de una caja de música. La gente aplaudió al multiforme músico. El gato despareció tras un arbusto. Entonces Tais fue avistada por Tom, jefe de bomberos de Mutter y éste se acercó con ensayada actitud poniendo en evidencia su torpeza a la hora de dirigirse a una mujer.

-¡Buenas noches señorita Siat!- dijo enseñando tímidamente su blanca dentadura.

-¡Buenas noches señor Siniqui, mi nombre es Tais, no Siat!- respondió ella con educación y algo de recato.

El farol volvió a encenderse y la mano de Tais que aferraba el asa del mismo parecía haberse echado a arder porque un calor intenso recorrió sus dedos y luego fue subiendo por todo su brazo hasta apagarse en el omoplato como se apaga un ascua en un cubo de agua.   

-¿Lo ha visto usted?- preguntó alterada.

-¡Ver qué señorita!- respondió Tom rascándose la cabeza que brillaba por su incipiente calvicie.

El gato volvió al escenario donde el hombre orquesta se disponía a seguir con su concierto. Cuando sonó el primer compás Tom invitó a Tais a bailar y ella aceptó con la desesperación de deshacerse del dichoso farol y dejándolo sobre el suelo se dejó llevar por la torpeza bailarina del jefe de bomberos que más que un ágil bailarín parecía un concursante de una carrera de sacos.

El farol volvió a pagarse y tras el arbusto por donde minutos antes desapareciera el gato gris apareció una garra que asió el asidero de la lámpara y la arrastró hacia su propietario.

Tais esa noche no regresó a casa porque prefirió la compañía del robusto bombero, aunque no fuese, precisamente, lo que ella prefería a la hora de tener relaciones con un hombre, pero el miedo fue mayor que sus convicciones y sin dudarlo se echó en los brazos del que por el momento había sido su salvador.

Del libro de relatos dosmásuna. Comprar el libro: http://www.bubok.es/libros/16898/dosmasuna


viernes, 16 de marzo de 2012

Quizás en la huida

Fotografía E. de Juan


Huir como si en la huida se encontrara la salida.


Huir, huir, quizás no es la solución,
quizás tampoco es no hacerlo, huir, huir del conformismo.


Huir, huir de la sensación de ser cobarde,
hacia adelante, hacia adelante
como se dirige al cementerio el elefante.


Huir, huir en silencio para no ser oído ni visto,
huir, huir por la puerta trasera
hastiado de las puñaladas de misericordia de los hombres
enajenados, cegados por el falso arcano.


Huir, huir, entregando las margaritas a los cerdos.


Del Cuaderno de la huida de Salvador Moreno Valencia