Letras tu revista literaria

domingo, 27 de agosto de 2006

A la hora anunciada

A la hora...

A la hora de la hora
es una muerte que amén
de los mortales
todos tenemos señalada.

Que por mucho que te afanes
no te valdrá de nada
eludir la cita previa
con la amada de los sueños.

Por entero yo me entrego
a lo que viene por hoy
que si ayer no fue mío
mañana no pertenezco
que lo único que tengo
es éste presente incierto.

Y en pasando ya la hora
es una muerte anunciada
para todos los mortales
que se afanan para nada.


Despertar

Cuántas veces he contemplado éste mar,
ahora en calma, ahora tempestuoso,
henchido de amargura y dolor.

Cuántas veces he oído el rumor de la olas,
suave y salvaje, con los sentidos embotados
y sumido en una eterna resaca.

Cuántas veces he soñado días de lluvia;
y lágrimas han brotado en el cielo oscuro
bajo el que me escondía, bajo el que me deslizaba
como una alimaña huyendo de mis pesadillas.

Y sin embargo, ahora, en éste momento,
una vez desaparecida la oscuridad y la obstinación de mi mente;
tus ojos que todo lo iluminan me hacen sentir, ese mar,
esas olas, esa lluvia, ese cielo con la salvaje fuerza
con la que musitan los elementos que los componen.

Tus cristalinos radiantes...
Tus labios encarnados e inocentes...
Tu dulzura angelical...

La rivera

La espuma
Primavera;
Hilo que hila
La espera;
Araña maldita
De tiempo;
Migraña en el recuerdo;

Conozco los silencios,
Tus miradas, frías, duras,
Lejanas;
Conozco, qué conozco.

Empezar es volver

Oigo unos pasos en el silencio de la tarde;
Me detengo a mirar a quién pertenecen
Los pies que construyen ese taconeo
Incesante y eterno.
La calle está tan vacía
Que casi dan ganas de vomitar;
Se detienen los pasos y no son los míos.
De repente un pensamiento pasa
Como alma que lleva el diablo,
Como si llegase tarde a una cita,
La última de las citas, entrañable y seductora...

Maltratador

Un gallo en la taberna
“machito”
y un cigarro de boca
se estrella victima,
de un miedo, de un algo que no se ve en los espejos.
Que tus ojos alba fueron
Que tus abrazos abrigo
Que tus sueños
Destino;
En una esquina
Malogra la vida
Mi vecina;
Atragantada de miedo
Moretones en el bolsillo.

Un completo no me olvides
Para la memoria
30 peces,
y un ratito de pasas para el olvido.

Dieciséis primaveras

Ella era ante el espejo
Una tierna mirada
De profunda belleza;
Pero sus ojos
Veían monstruos
En vela acechando
Para su golpe efectivo.
Ella era bella
Pero se sentía horriblemente
Fea;
Luego la abandonó
Su autoestima
Y soñó pedregosos
Caminos;
Se tatuó con sangre
Sobre sus azules venas
Una cuchilla afilada
Que la devolvió
Al mundo de las marcas,
Malvadas Hadas de este tiempo.

Un escenario pérfido

Frágiles marionetas
Para ésta farsa,
A este escenario
Le salen los ratones por debajo
Y por arriba
Vomitan los hilos
Exigiéndose tanto
Que han caído
En el abismo.
Marionetas oxidadas
Olvidadas;
Cuando la tierra era
Un lugar grato
Donde apacentar
Las vacas; las del amor.
Y ahora que te exige la exigencia
Para exigirte tanto que al final
Vamos a descubrir
Que nada vale para nada.

El embarcadero

El viejo embarcadero, está
Como tantos otros; cansado.
El viejo embarcadero se
Sumerge en las aguas del lago;
De cualquier lago donde brillan
Opacas sus negras aguas.
Hay movimiento de libélulas
Que sortean con sus transparentes
Alas, florecillas silvestres.
Yo pienso, miro el horizonte
De árboles verdes y puntiagudos
Que señalan al cielo como flechas
Vengadoras;
Y,
Las aguas mansas acarician al viejo embarcadero;
Hace ya tanto tiempo
Que las barcas oxidadas navegan por los sueños...
El viento suave y lleno de pájaros.
Hondos y próximos
Caminos se pierden en un laberinto de bosques.
Un motor suena a lo lejos,
Y un coro de distintos
Sonidos de aves flota en el aire
Como una musaraña.
Las casas como solitarias islas
Enseñan sus luces
En las ventanas;
Hilos de humo
Emergen de sus tejados y
En el cielo de óxido
Una tarde se desprende
Del vaporoso día amortajado;
Cinceles de Artista en las plumas del viento.
Esculpe la tierra colores
Sobre el agua y las maderas
Troncos de verdes ramas
Encienden la niebla,
A lo lejos, nuevamente, me detengo
Y unos ojos me miran,
Simplemente, me miran.
En el granero posan sus patas
Los grises cuervos y
Como urracas negras
Vacas dan lamentos
En el prado.
Yo disiento y caigo
En la maraña, musaraña
De mis ojos, miro, observo
Y guardo silencio.
En la orilla dos jóvenes
Se divierten con sus trajes
De baño, y, un pato se deja
Llevar por la corriente.
Los gritos de las locas
Gaviotas se mezclan con
Los de una bandada de grajos.
En el horizonte hay sirenas
De arena custodiadas
Por un Fauno.
El sol se asoma tímidamente
Manchando con dorados trazos
Las aguas de este lago y
El viejo embarcadero sigue
Viendo pasar el tiempo
De oxidadas barcas en el cielo.
Una nube de mosquitos
Baila su danza y
El viento los arrastra
Hacia cuerpos tumbados
Al sol.
Corre el hielo por la punta
De hierro oxidada, de
Tiempo la hora maga
Que ésta luz deshaga
Cobardes contradicciones
Y luchas para nada;
Si vuela el pez,
Al de diez, con un
Guiño yo me subo
A la sirena de arena que extendiendo sus alas
Me invita a volar por los sueños.
Digo adiós a éste viejo embarcadero,
Sobre tablas que envejecen y
Oxidan su tiempo al sol.
Me voy, compro champagne.
Luego me evado y
En familia oigo voces en Babel,
Que hablan o discuten y aun
Sin entender nada
No me pierdo en absoluto
Que de trivialidades
Ya tengo un saco
De conversaciones vanas.

© Salvador Moreno Valencia

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