Letras tu revista literaria

viernes, 1 de junio de 2007

La palabra



La palabra, a veces, enturbia la razón: al menos, muchas otras, no la aclara lo suficiente.

Se confunden los objetos como si fueran hombres, enajenados, hombres y mujeres,
que en sus racionalidades, no atisban a ver tanta mentira.

Dulce aroma de silabas sedientas de bocas, palabras en besos expresadas por la tierna y dulce boca de los silencios.


Miro los objetos, ahí, a mi alrededor, como si, acaso, no hubiesen estado jamás, ahí; no obstante, ellos, seguirán ahí, perdurando al tiempo; yo, sin embargo, desapareceré una vez transcurrido mi tiempo.

Cerrarán los ojos las piedras, las bocas los árboles y dejarán de respirar las montañas, y, un eco lejano vendrá a sustituir el silencio de la no existencia.

Siempre he luchado, por creer, de algún modo, en lo que veo y en lo que oigo; pero se acrecienta la duda y la contradicción en mí y con ello, cambia la perspectiva de los objetos en esta realidad incierta.

¿Cómo lo de arriba viene a estar abajo y viceversa?
Cuando piso sobre la acera desnuda recuerdo las flores, la hierba, y, luego, algo más tarde, tus labios que me hablan sin moverse de flores, de árboles, de hierba que existieron en otro tiempo.

¿No es la vida una eterna huida de nosotros mismos hacia nosotros mismos?
¿No somos desconocidos para nosotros mismos?
Nunca encuentro al que fui, tan sólo, hace un instante.

El mar a la hora azul de los viejos amigos.
Confraternizamos en horas de cocina y vino.
¡Viejo amigo!
¿Por qué tanto te ausentas?

En la espera, un silencio
en profundo azul:
¿Qué espero de la vida?
¿Un paciente y justo amanecer?
¿Una sonrisa de tus labios?
Mi vida entera en tus brazos:
Tiernos y suaves retoños de primavera.

Abrazos son los sueños,
enredaderas tus manos
que suben por mi espalda
queriendo atrapar
el cabello de mi tiempo.
Solitario tallo que trepa
Y me hace cosquillas
en primavera.

© Salvador Moreno Valencia

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