Letras tu revista literaria

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Luminosa Filamento




Había heredado, Luminosa Filamento, toda la brillantez con la que su creador había soñado dotarla, no exenta de horas oscuras y de un final sentenciado de antemano al abismo y la oscuridad.

Con el paso del tiempo, factor que todo lo oxida como el salitre marino oxida las carcasas de barcos, automóviles, y descoyunta huesos, Luminosa Filamento vendría a caer en la degeneración, propia de ese juez imparcial al que he hecho alusión, y con la indeferencia del autómata que hace todos los días lo mismo, a ella, las manos de otro no menos autómata por la repetición de los actos, aunque fuera de carne y hueso, la iban a enviar al lugar que le era correspondiente tras haber finalizado sus servicios; el autómata humano que iba a ejercer de verdugo era en definitiva lo que todo ser humano con un puesto de trabajo al que le dedica diez horas diarias durante toda su vida desempeñando el mismo cargo es.

Pero Luminosa Filamento podía sentirse orgullosa de haber prestado servicios con una intachable pulcritud y brillantez, virtudes que le había otorgado su eficiente creador; sin embargo Luminosa sentía tristeza cuando se iba a dormir porque abandonaba al mundo dejándolo sumido en la más absoluta tiniebla.

Una de tantas noches que llegó la hora de cerrar el día de brillante y luminosa laboriosidad, Luminosa se sintió más cansada que de costumbre e incluso pudo comprobar cómo su brillantez mermaba creando a su alrededor una luz cenital, casi lúgubre, y aún así cerró el día con la satisfacción de haber realizado eficientemente su labor.

Al cabo de una media hora que Luminosa Filamento, ya dormida, había alcanzado una temperatura más que razonable para que las yemas de los dedos no se quemasen; el autómata, quiero decir el encargado del servicio técnico puso sobre el frágil cuerpo de Luminosa sus gordos dedos callosos y sin miramiento, ni escrúpulo los dedos apretaron con tal destreza hasta desenroscar el casquillo donde Luminosa había estado depositada desde que naciera, y tras varias vueltas de rosca Luminosa Filamento quedó yaciendo sobre la gran mano del autómata que se deshizo de ella enviándola a la bolsa del cristal para reciclar.

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