Letras tu revista literaria

sábado, 26 de agosto de 2006

Homenaje a los ochenta

Corrían los chupitos como balas del infierno garganta abajo quemando nuestros esófagos con su endiablado destilado de agave, cuando sonaba, en el momento álgido de la noche, la canción que todos coreábamos: “El limite” del grupo de rock La Frontera.
Nos identificábamos con aquellas letras por creernos, a esas horas, en las que los efectos del tequila nos habían transportado al limite del bien y del mal, al menos de lo que entendíamos como tal, cercanos a ese mundo que rompe las fronteras de lo cotidiano, por cotidiano mil veces más absurdo; el limite, como estar al filo de la navaja o caminar descalzo sobre brasas de carbón era lo que creíamos entender pensando de una manera libertaria, desalojados de ataduras y de imposiciones sociales.
Más bien era un lugar imaginario en donde nos hubiera gustado estar en algún momento de nuestras vidas, dándonos la oportunidad de poder cambiar el mundo que nos rodeaba haciendo realidad ideas y sueños; entonces el ritmo de la música y el estribillo de la canción nos otorgaban unos segundos de gloria, la que en nuestros corazones anhelábamos en los labios ardientes de alguna hermosa mujer de prietas carnes lanzándonos a la lujuria más descabellada y atroz por bella e irreal, por estar más cerca del mal que del bien propiamente dichos como nos lo habían hecho creer nuestros educadores no laicos dotados de una fe y un doctrina colmada de misterios.
Nosotros éramos hijos de la frustración y el desengaño, adolescentes que despertábamos en una transición y jóvenes que nacíamos en una democracia que se acababa de estrenar en un país que salía de un duro trance dictatorial.
Y aquellas canciones de los ochenta con su movida madrileña, como siempre ha sido, centralizaba un movimiento que hacía despertar a toda la nación en su capital, quedando el resto del territorio huérfano de cultura y sumido por muchos años más en la más profunda y negra de las Españas, que todavía, en algunos pueblos, por desgracia, sigue viva.
Nos llegaba la movida ochentera tarde, casi en los noventa, al menos en aquélla ciudad que bien comparó un gran amigo mío como la Cuba sin Fidel, una isla rodeada de montañas, lejana al mundo exterior y cercana al pasado.
Canciones como “El limite” y tantas otras: Lobo hombre en París, Jardín Botánico, Cadillac solitario, Perlas ensangrentadas, La chica de ayer, Déjame, Enfermera de noche, Bote de colón, Bailaré sobre tu tumba, Galicia caníbal, Camino Soria, Juan Antonio Cortes, Groelandia, Yo tenía un novio que tocaba en un conjunto, Ataque preventivo, El pistolero, Metadona, Escuela de calor, Huesos...
Y muchas otras sin dejar en el tintero a las que nos obsequiaron sus majestades satánicas los Rolling Stones, Bob Dylan, Eric Clapton, Tina Turner, Bob Marley, Nina Simone, Eurithmics, Status Quo, Roxy Music, David Bowie, Talking Heads, Chris Rea, Leonard Cohen, Pretenders, Dire Straits, Pink Floyd, Police, U2, Scorpions, Kis, The Chlass, The Ramones...
Todos estos y muchos otros grupos que escuché en aquella isla fueron, al menos para mí, la salvación, gracias a ellos crecí como persona y aprendí cosas maravillosas; descubrí de la vida lo dulce y lo amargo y me tambaleé al limite de aquello que entendía como bien y me acercaba al mal; bailé al ritmo de las guitarras de la Frontera cuando oía aquel “El limite” dejando que mi imaginación volase hasta llegar a lugares soñados caminando por ese fina y frágil línea que separa el mal del bien y viceversa.
© Salvador Moreno Valencia
E-mail: alvaeno33@hotmail.com
Tel. 652470813

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